Hoy traigo un articulo muy interesante de Mc. Coy publicado en el confidencial.com, en el cual se le da un uso al Ministerio de Igualdad, no hay nada como compararse con los paises que mejor funcionan en materia de igualdad para ver como en la España Zapateril la igualdad que nos venden no solo no es tal si no que además se encargan de crear mayor desigualdad, o acaso no es cierto que durante los últimos 4 años la diferencia entre ricos y pobres ha aumentado.
La mejor política de igualdad es la que crea mejores condiciones para que la mujer pueda incorporarse libremente al mercado laboral, para eso es importante que todos los niños puedan ir a una guardería, que los gastos de tener un hijo no sean superiores al salario que se gana, etc. según nos comentan en el siguiente artículo el que la mujer se incorpore plenamente al mercado laboral puede crear un crecimiento del PIB del 15%, luego, se confirma, no hay mejor política social que el trabajo y el pleno empleo.
Miren ustedes por donde. Al final la creación de un Ministerio transversal como el de la Igualdad podría ser hasta un acierto de nuestro monárquicamente ensalzado presidente del gobierno. No digo que lo sea, ni siquiera que lo vaya a ser por el mero hecho de su creación. Sino que, si nos atenemos a sus teóricos fines, y medimos de forma comparativa las consecuencias económicas que, de los mismos, se pueden derivar para el conjunto de la sociedad, pudiera o pudiese darse el caso de que hasta pueda servir para algo, premisa que servidor había cuestionado de partida. Claro que se requeriría de un contenido orientado a la consecución de unos objetivos ciertos, que vayan más allá de la foto de Níger, por una parte, y la ruptura con determinadas políticas que priman al individuo frente al núcleo familiar, en cualquiera de sus acepciones, por otra. ¿Será capaz el actual ejecutivo de aprovechar el tirón mediático de esta oportunidad para llenarla de resultado? Enarquemos las cejas, símbolo facial por excelencia del socialismo actual.
McCoy, macho, que te vendes por un plato de lentejas. ¿A qué viene este cambio de actitud? Fácil de explicar. La causa se encuentra en la interesantísima ponencia que me ha hecho llegar un lector acerca del papel de la mujer en la sociedad actual y de las consecuencias que se derivarían del establecimiento de políticas específicas de integración laboral, promoción profesional y equiparación salarial. Su autor es un ejecutivo bancario en retiro activo y, tanto en su ordenación ideológica como en su exposición discursiva, hay múltiples claves que les permitirán entender el por qué de mi apertura de una ventana a la esperanza respecto a mi pesimismo anterior.
El financiero parte de una premisa básica y es que, pese al desarrollo de la Humanidad, quedan cuatro problemas fundamentales pendientes de resolución: la pobreza, la discriminación en el reparto de la renta generada, la falta de desarrollo humano (valor de la persona por sí misma) y desigualdad de género; problemas que son consustanciales a la mujer en el último de los supuestos pero que le afectan de mayor grado, por su mera condición de tal, en los tres anteriores. Centrándonos en el Primer Mundo, y esto es un paréntesis de cosecha propia, se percibe un deseo de avanzar en la superación de las brechas existentes entre sexos bien de abajo arriba (la sociedad impone el modelo bajo la supervisión y el aliento de la administración, esquema en mi opinión idóneo) o de arriba abajo (el estado impone y controla pudiendo generar rechazo o ahondar en los desequilibrios, que es el paradigma adoptado en el caso español). En el segundo de los supuestos, la igualdad es más un concepto legal que una realidad social. Pues bien éste es el error conceptual de inicio del Gobierno actual, que, con o sin el establecimiento de mecanismos institucionales ad hoc, debería superar.
Vuelvo al discurso inicial. La necesidad de evolucionar en las políticas de igualdad hacia un modelo de bottom-up, se ve reforzada por los datos oficiales. Según el World Economic Forum, España ocupa el 5º lugar de 128 países en lo que a Reconocimiento Político y Social de la mujer se refiere, pero cae al 84º cuando lo que se analiza es su Participación Económica y Oportunidades, esto es: ocupación, discriminación salarial, ingresos, pertenencia a los poderes del estado y órganos de gobierno de las corporaciones y porcentaje de trabajadoras cualificadas en activo. En nuestro país, la tasa de ocupación masculina es un 23% superior a la femenina, los salarios equiparables están un 17% por encima y los ingresos en renta medios de las mujeres son exactamente el 50% de los del género masculino. No hay ley que pueda corregir estos desequilibrios sino la adopción de una serie de medidas que el autor expone a continuación, y con ello acabo.
¿Qué es lo que debería hacer un Ministerio como el de la Igualdad? Implantar lo que el ejecutivo bancario denomina innovación social. Esto es: transformar lo que ya existe a fin de generar mayor valor económico o social. Y en este mundo traidor, en que todo, absolutamente todo, está inventado, basta con mirar alrededor y ver aquello que funciona. Y algo huele bien, por ejemplo, en Dinamarca, donde la tasa de ocupación femenina es del 78%, contra el 53% en España, su tasa de natalidad, sin embargo, duplica a la española gracias, entre otras cosas, a que un 56% de escolares menores de tres años tienen plaza en las guarderías públicas frente al 17% nacional. ¿Saben los que supondría, según el propio WEF, la equiparación de tasas de ocupación en España entre ambos sexos? 150.000 millones de euros o un 15% del PIB. Y ese esfuerzo, bien vale un ministerio. ¿O no?
McCoy, macho, que te vendes por un plato de lentejas. ¿A qué viene este cambio de actitud? Fácil de explicar. La causa se encuentra en la interesantísima ponencia que me ha hecho llegar un lector acerca del papel de la mujer en la sociedad actual y de las consecuencias que se derivarían del establecimiento de políticas específicas de integración laboral, promoción profesional y equiparación salarial. Su autor es un ejecutivo bancario en retiro activo y, tanto en su ordenación ideológica como en su exposición discursiva, hay múltiples claves que les permitirán entender el por qué de mi apertura de una ventana a la esperanza respecto a mi pesimismo anterior.
El financiero parte de una premisa básica y es que, pese al desarrollo de la Humanidad, quedan cuatro problemas fundamentales pendientes de resolución: la pobreza, la discriminación en el reparto de la renta generada, la falta de desarrollo humano (valor de la persona por sí misma) y desigualdad de género; problemas que son consustanciales a la mujer en el último de los supuestos pero que le afectan de mayor grado, por su mera condición de tal, en los tres anteriores. Centrándonos en el Primer Mundo, y esto es un paréntesis de cosecha propia, se percibe un deseo de avanzar en la superación de las brechas existentes entre sexos bien de abajo arriba (la sociedad impone el modelo bajo la supervisión y el aliento de la administración, esquema en mi opinión idóneo) o de arriba abajo (el estado impone y controla pudiendo generar rechazo o ahondar en los desequilibrios, que es el paradigma adoptado en el caso español). En el segundo de los supuestos, la igualdad es más un concepto legal que una realidad social. Pues bien éste es el error conceptual de inicio del Gobierno actual, que, con o sin el establecimiento de mecanismos institucionales ad hoc, debería superar.
Vuelvo al discurso inicial. La necesidad de evolucionar en las políticas de igualdad hacia un modelo de bottom-up, se ve reforzada por los datos oficiales. Según el World Economic Forum, España ocupa el 5º lugar de 128 países en lo que a Reconocimiento Político y Social de la mujer se refiere, pero cae al 84º cuando lo que se analiza es su Participación Económica y Oportunidades, esto es: ocupación, discriminación salarial, ingresos, pertenencia a los poderes del estado y órganos de gobierno de las corporaciones y porcentaje de trabajadoras cualificadas en activo. En nuestro país, la tasa de ocupación masculina es un 23% superior a la femenina, los salarios equiparables están un 17% por encima y los ingresos en renta medios de las mujeres son exactamente el 50% de los del género masculino. No hay ley que pueda corregir estos desequilibrios sino la adopción de una serie de medidas que el autor expone a continuación, y con ello acabo.
¿Qué es lo que debería hacer un Ministerio como el de la Igualdad? Implantar lo que el ejecutivo bancario denomina innovación social. Esto es: transformar lo que ya existe a fin de generar mayor valor económico o social. Y en este mundo traidor, en que todo, absolutamente todo, está inventado, basta con mirar alrededor y ver aquello que funciona. Y algo huele bien, por ejemplo, en Dinamarca, donde la tasa de ocupación femenina es del 78%, contra el 53% en España, su tasa de natalidad, sin embargo, duplica a la española gracias, entre otras cosas, a que un 56% de escolares menores de tres años tienen plaza en las guarderías públicas frente al 17% nacional. ¿Saben los que supondría, según el propio WEF, la equiparación de tasas de ocupación en España entre ambos sexos? 150.000 millones de euros o un 15% del PIB. Y ese esfuerzo, bien vale un ministerio. ¿O no?

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